El
matrimonio es una de la instituciones más importantes después de la iglesia, de
hecho, fue creada antes de la iglesia por el mismo Dios (Mc. 10:6-9, Gn. 1:27-28) y como Él la estableció, debe
someterse a sus
leyes
antes
que a la de
los hombres.
Efesios
5:21;
6:4 , habla
del matrimonio:
“5:21
Someteos unos a otros en el temor de Dios. 5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres,
así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. 5:28
Así
también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que
ama a su mujer, a sí mismo se ama. 5:33 Cada uno de vosotros ame también a
su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido”.
Ahora
bien, ¿porqué tantos matrimonios fracasan?
Tanto
los hombres como las mujeres comienzan su vida de casados con expectativas de
“cuento de hadas”
y con
una preparación limitada para ser esposos, desconocen las diferencias que
existen entre ambos sexos, como por ejemplo: Las mujeres son más emocionales y
sensibles, mientras los hombres tienden a mostrarse menos deseosos y más
reservados o ásperos. Los hombres son menos detallistas y son más conformes que
las mujeres. El metabolismo de la mujer es más lento que el del hombre. Los
hombres demuestran su hostilidad con la violencia física, mientras la mujer
suele ser verbalmente más
expresiva. Las mujeres poseen varias funciones únicas e importantes: la
menstruación, el embarazo y la lactancia; y sus hormonas son de un tipo diferente
y mayor
que las
del hombre. La
menopausia y andropausia también son diferentes.
En
cuanto a las diferencias sexuales, el impulso
sexual de la mujer está relacionado con su ciclo menstrual; el del hombre es constante,
la hormona
testosterona juega un papel importante en cuanto a estimular el deseo sexual
del hombre. La
mujer
es más bien estimulada por el tacto, la palabras románticas
y un ambiente adecuado. Se
sienten mucho más atraídas por la personalidad de un hombre,
en
cambio los hombres son más atraídos por la vista. Esto
hace que la mujer
necesite
horas
enteras de preparación emocional para la relación sexual; el hombre necesita
poco o nada de tiempo. El trato áspero puede fácilmente quitarle a la mujer
el deseo de
intimar.
Cada aspecto
de la existencia emocional y física de la mujer depende del amor romántico que
recibe de su esposo,
y esto también puede afectar
drásticamente el desarrollo emocional de los hijos. Por
eso hay más
probabilidad de encontrar una esposa y unos hijos rebeldes,
en el
hogar de un hombre que no sabe cómo mantener amorosa y sabiamente a su
familia. El
hombre es cabeza de hogar (1Co. 5:22-23).
Muchas parejas se casan pensando que "serán
felices para siempre" Porque
desde niños
se nos ha enseñado por los
medios
de comunicación la versión del amor de Hollywood. Pero no se tarda mucho en
descubrir que la mera pasión que gira en torno al placer sexual, no es
suficiente en sí para establecer una relación duradera.
La
biblia, da muchos consejos importantes acerca del Matrimonio:
Efesios
5:31,
Eclesiastés 4:9-12,
Génesis
2:18-24,
Lucas 20:34-36,
Hebreos 13:4, Mateo 19:5, Proverbios 5:18 y Proverbios 18:22.
Versículos
para las Esposas: 1Corintios 7:10-16, 1Corintios 7:3-5, 1Pedro 3:1-6, Efesios capítulos
5 y 6, Proverbios
31:10-31, Tito 2:4-5.
Versículos
para los Esposos: 1Corintios
7:10-16, 1Corintios
7:3-5, 1Timoteo 5:8, Efesios
capítulos 5 y
6, Génesis 2:23-24,
Proverbios 18:22.
En el
matrimonio no es perfección
lo que se necesita,
sino aprender cómo
amar a tu conyugue
de una
manera efectiva
y
consistente. Se
paciente y recuerda: el fundamento del amor es amar primeramente a Dios por
sobre todas las cosas y luego a tu prójimo (Mateo 22:36-40). En 1Co.
13:7 dice: “El
amor, todo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
Tienes que ser ejemplo de amor, constancia y dedicación a tu pareja, orando al
Señor en todo tiempo, el cual te dará fortaleza y te guiará a tomar decisiones
sabias.
A continuación unos consejos para los casados:
- Nunca se enfaden los dos al mismo tiempo. Para lograrlo es necesario ser prudente, y saber, con fortaleza, reprimir la ira que se levanta en nuestro interior.
- Nunca se griten el uno al otro. Hay que tener templanza y moderación de las pasiones. Si uno de los dos tienen que vencer en una discusión, deja que el otro gane. La aparente «derrota» se convierte en una gran victoria sobre sí mismo.
- Cuando te hayas equivocado, prepárate para admitirlo y pedir perdón. Sinceridad y sencillez, porque no hay persona que no se equivoque.
- Si tienes que criticar, hazlo con amor. Lealtad: decir las cosas serenamente, sencillamente y sobre todo, pensando en el bien del otro.
- Nunca se echen en cara los errores del pasado. Amar por encima de los defectos y debilidades del otro. Si ya perdonaste no tienes que estarle recordando sus errores, nadie es perfecto. El amor, no es rencoroso (1Co. 13:5).
- Nunca se vayan a dormir con un desacuerdo sin resolver. Claridad en las relaciones. Humildad para reconocer la parte de culpa propia. Olvido de los rencores y los enfados. Confianza en el otro.
- Siempre díganse algo bondadoso o un cumplido agradable. Por lo menos una vez al día. Estar dispuesto con pequeños detalles de cariño, cordialidad y galantería.
- Traten de recordar los aniversarios. Hagan actividades diferentes en estos días, salgan sin los hijos, disfruten un tiempo de intimidad como novios.
- Las finanzas deben llevarse juntas. Si ambos trabajan, es importante no dividir los ingresos, sino llevarlos juntos en armonía, sin egoísmos, ni malas intensiones. Todas las decisiones deben tomarse con mutuo acuerdo.
- Hacer lo posible por vivir solos. Ayuda a la madurez como pareja. (Mr. 10:7-9).
- Eviten comentar los problemas de la pareja. Principalmente a los familiares y amigos íntimos. Para la pareja puede ser fácil olvidar, pero los demás pueden crear rencores y resentimientos, que a la larga son causa de divorcios. Hay que ser muy discretos, y decirlo sólo a personas de muy buen testimonio y madurez espiritual.
- Hacer devocionales en familia. Es importante que semanalmente se reúnan en el hogar y en familia para leer la biblia, cantar alabanzas y orar juntos.
- Ser de testimonio a los hijos. Traten de asistir y participar de las actividades de la iglesia en familia. Enseñar a los hijos valores cristianos con el ejemplo.